lunes, 25 de noviembre de 2013

¡LLEGÓ EL MOMENTO!

En el marco del cumpleaños número 10 de mi primera hija, es imposible no recordar el día en que nació y todos los sentimientos que me abordaron ese día.

Desde el momento en que nos sabemos embarazadas, sólo pensamos en el día en el que conoceremos finalmente a nuestro bebé, pero nada nos prepara para eso…

El día de mi última consulta comencé a sentirme muy extraña desde primeras horas de la mañana acompañado de la pérdida del tapón mucoso, que no necesariamente indica que ese día será el gran día pero si avisa la proximidad del mismo, así bien, luego de la revisión mi médico me dijo que ya estábamos listos pero que podían pasar uno o dos días, claro ni él ni yo sabíamos lo que vendría…

Después de salir de la consulta, moría de hambre por lo que me dispuse a disfrutar de una comida como si esa fuese mi última cena, yo seguía sintiéndome extraña, y ahora tenía motivos para atribuir mi malestar a lo abundante de mi comida de ese día, pero no podía estar más equivocada, yo tenía todo el día sintiendo las contracciones y no había logrado identificarlas! Nunca había logrado que nadie me describiera realmente cómo se sentían las contracciones, y hoy creo que es porque todas sentimos distinto, había quien las describía como un dolor en la baja espalda, otras que decían que es como si te estiraran la piel de la barriga, pero hoy puedo decir que yo simplemente sentía dolores menstruales que se fueron acrecentando a medida que fue transcurriendo el día y acercándose el momento.

Ya pasadas las horas y sintiendo cada vez más fuertes y más seguidas las contracciones de las que ya no tenía ninguna duda, llamé a mi médico y quedamos en vernos en la Clínica en una hora, y como una auténtica mujer, osea, un ser multidisciplinario, polifacético, antiadherente, autolimpiante e inoxidable, me dispuse a recoger todas mis cositas que por supuesto tenía preparadas hace un mes, me di una ducha, me conecté a internet para contarle a mi mamá que estaba en otro país que ya me iba para la clínica, mientras mi esposo recorría toda la casa tratando de sacarme en avioneta con los nervios hechos polvo y la ansiedad a flor de piel.

Llegados al sitio por fin, yo me retorcía cada 3 o 4 minutos con un dolor cada vez más intenso, respiraba profundo y aguantaba hasta que terminara la contracción, mientras hacían el ingreso y llenábamos planillas, ya en la habitación me recibieron las enfermeras que estoy segura deben haberla pasado muy mal en sus propios partos y en venganza  la mayoría te trata como si fuese un crimen tener un bebé, en fin, aunque traté de prepararme para ese día y evité en lo posible pasar por las situaciones incómodas, mi volumen no me permitía depilarme el área en cuestión en su totalidad y debido a la premura mi esposo no pudo ayudarme mucho, así que inevitablemente quedé en las manos de las enfermeras para la espeluznante experiencia de ser rasurada  al seco en mis partes íntimas, afortunadamente logré esa vez salvarme del horrible y humillante lavado intestinal porque el tiempo no lo permitió, sin embargo,  para el segundo parto, no tenía ni un vello púbico pero el lavado no me perdonó!!! Ya en este punto estamos completamente desvalidas y a merced de cualquiera que venga a revisarnos, ya no importa si la bata quirúrgica no deja nada a la imaginación nosotras solo estamos esperando el desenlace que nos llevará a la más fantástica, única e irrepetible primera cita, esa donde conoceremos a nuestro bebé.

En otra entrada en el blog ya hemos hablado acerca del parto en sí, así que pasaré directamente al momento culminante, y les diré que nada que alguien nos haya dicho, nada que hayamos leído, ninguna experiencia vivida, será jamás siquiera parecida al momento en el que tomamos en nuestros brazos por primera vez a nuestro hijo, y no importa si somos madres una, dos o tres veces, ver por primera vez a nuestros hijos es una sensación fuera de este mundo, y en ese momento olvidamos todo lo que nos pudo haber ocurrido horas antes, incluso las más humillantes como las batas desechables que están abiertas por detrás!

Ya mi bebé tiene 10 años y cada vez que veo sus ojos o la observo dormir, siento exactamente lo mismo que cuando la vi por primera vez. Espero que una vez más hayan disfrutado unos minutos compartiendo con nosotras nuestras aventuras y desventuras en el mundo de la maternidad. Recuerden vivan sus propias experiencias pero sobre todo disfrútenlo.

 

CLAUDIA

No hay comentarios:

Publicar un comentario