La progresiva pérdida de la Identidad
Durante
la infancia nos debatimos entre nuestro primer nombre, el segundo o todos los
diminutivos que nuestra familia y amigos se empeñan en ponernos, escuchamos
siempre la lucha constante de nuestras madres para que usemos también nuestro
segundo apellido por aquello del sentido de propiedad, y nos pasamos nuestra
adolescencia probando millones de firmas porque siempre estamos apurados por
crecer y ocupar un lugar en el mundo, en fin, la cosa es que la mitad de la vida
se nos va decidiendo cómo es que vamos a ser identificadas, sin embargo, y
cuando por fin somos lo suficientemente adultas para saber cómo es que queremos
ser reconocidas, pum, viene una y se casa y entonces ya no eres más tú, si no
que empiezas a ser la Señora de, y no hay lucha que valga, aunque seamos de
esas liberadísimas que no se cambian el apellido ni muertas, poco a poco
nuestra identidad se va diluyendo y mezclándose con una señora que no
conocíamos, pero eso no es definitivo, siempre podemos ir por ahí haciendo
aclaratorias y negadas a poner en papel eso del apellido de casada, pero
amigas, nada, y digo nada, podrá salvarnos de convertirnos en la Mamá de! Si, y
no hay pero que valga, los primeros años serán fáciles de evadir pero a medida
que los hijos se van haciendo grandes, ya nunca más seremos nosotras mismas,
sus amigos, sus maestras, las mamás de sus amigos, todos y hasta tú misma te
reconocerán de aquí en adelante como, la Mamá de…
No hay comentarios:
Publicar un comentario